domingo, 24 de marzo de 2013

Podemos


Podemos contar los muertos

Apilarlos. 
Ponerlos en fila, cabeza con cabeza, codo con codo. 
Podemos ordenarlos por edades Podemos ordenarlos por escala cromática de pensamiento político. 
Podemos ordenarlos por simpatía. Por amistades Podemos pensar en colocar los despojos según el grado de podredumbre. Por porcentaje de cuerpo que se salvó del choque, el golpe, la bala, el fuego, u otra cosa. 
Podemos dedicarnos al juego morboso de hacer una estadística. 
Podemos pensar que son solamente muertos. Cadáveres, pedazos de carne y de hueso. Nuestro país es un país de muertos Hay muertos por todos lados. En las rutas, en las playas, en las calles. Por supuesto que en los hospitales y en los cementerios. En los ministerios, en la iglesias, en las casas. Por donde miremos vamos a ver a los muertos.
Podemos contar a los muertos.
Podemos clasificarlos por accidentes, guerras, enfermedades, estupidez, crímenes, vejez, propios, ajenos. Podemos pensar en un día para cada uno. Podemos hacer una montaña alta con los cuerpos, treparnos como se escala el Aconcagua. 
Podemos ignorarlos, especialmente a los que no dejan cadáver. Podemos vestirlos con sus mejores ropas y colocarlos en las fábricas, oficinas, ministerios, simulando que no están muertos. 
Podemos llevarles flores (no a todos).
Podemos colocarlos derechitos, rígidos, incompletos, en un piso de cemento, taparlos con una lona para que no veamos que se parecen a nosotros. Podemos armar otros muertos usando los pedazos sueltos, las sobras, lo que falta. Podemos inventarles otra muerte. Menos trágica, menos estúpida, menos dolorosa.
Podemos contar a los muertos.
Contarles un cuento. Contarles los agujeros. Contarles la verdad. Podemos contar con ellos.
Podemos contar a los muertos.
Está al alcance de cualquiera.

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