El libro, como objeto artístico y comercial, puede llegar a las manos del lector por compra, herencia, regalo, préstamo, hurto, entre otras posibilidades. En la mayoría de los casos, el lugar que los reúne es el mismo: la librería. Céntrica, moderna y acartonada o barrial, familiar y acotada, estos espacios son ineludibles y suponen una relación para el consumidor/lector: ir, ojear, elegir, comprar y leer pero en otro lugar porque “esto no es una biblioteca”. En pocas ocasiones el lector se topa con el escritor del libro elegido en este ámbito. Desde 2010, Rosario es testigo y partícipe de una iniciativa opuesta a ese sistema y modo de interactuar con el objeto, sin perder el fetiche por éste: Feria Independiente del Libro Autogestiva (Flia), una iniciativa que reúne editoriales alternativas de la ciudad y otras provincias. No hay grandes estanterías ni carteles que organicen la búsqueda de lector por género. A pesar de siempre transcurrir al aire libre, hay olor a cigarrillo, torta y por la noche, choripán. Improvisados cestos de basura con yerba mate usada reemplazan a los displays del best seller del verano de las librerías. No hay copias del horóscopo de Ludovica o Horangel en las mesas. Esta feria cobija a escritores sin espacio (o interés) en la industria de las publicaciones en Argentina. Industria que, en Rosario y por distintos factores, no tuvo su feria anual en 2012. De ese modo, la Flia, que duró dos días en la plaza Hipólito Yrigoyen (27 de Febrero y Laprida) el pasado abril, fue el único acontecimiento ferial del libro en la ciudad. Y si las diferencias entre las librerías y editoriales tradicionales rosarinas continúan, lo mismo ocurrirá este año.
Los más soñadores del grupo ferial coinciden en que este fenómeno es atribuible a que Flia tiene otro objetivo: multiplicar el libro y hacerlo lo más accesible que se pueda. El lucro no prima en la mayoría de los feriantes, sostienen desde la organización. Las ediciones, que incluyen autores alternativos –y hasta pueden haber sido confeccionadas el mismo día de la feria–, llevan precios simbólicos. Valores de entre 4 y 50 pesos que se traducen en márgenes de ganancia flacos. En papel reciclado y con prólogos artesanales, son ofrecidas a viva voz por sus propios escritores una vez más en Rosario. Desafiando al viento del río Paraná, hoy y mañana en el Paseo de la Diversidad (Corrientes y el río) la Flia tendrá su sexta edición en la ciudad. Proyectan 100 puestos, de los cuales 20 serán de escritores y editoriales de Rosario. El resto, conforme al sentido federal que dio vida a la modalidad en 2006, vendrá de distintos puntos del país. Es la 4ª edición de Flia a nivel nacional de 2013, la primera fue en Buenos Aires. Le siguieron las ciudades de Concepción de Uruguay en Entre Ríos y San Miguel de Tucumán. Entre las publicaciones y editoriales que ocuparán las mesas ribereñas este fin de semana están Revista Sudestada, Último Recurso, Macumba Croto Editor, Puño y Letra, El Ombú Bonsai, Soquete Terrorista, Cactus, Tinta limón, Milena Carcerola, Eloisa Cartonera y Dead Pop. Como es habitual en la Flia, habrá bandas musicales, micrófono abierto y hasta una murga, Los Chapitas, grupo de niños que ensayan en el club El Luchador de zona oeste. Desde Flia invitaron a los interesados y feriantes a llevar una torta para vender en el bufé y así costear tablones y demás gastos.
¿Independiente de qué?
La tercera letra del familiar nombre de la feria es la “i”, de Independiente. Como muchas propuestas (y varios clubes) la palabra cobra significados personales. En el caso de uno de los organizadores, Germán Abbet, se trata de prescindir de apoyo y directivas del Estado, por ser, el municipal, o cualquier organización con agenda propia que luego sea impuesta al grupo. “Mandamos una carta para avisar que íbamos a usar el espacio. No hemos tenido problemas los años anteriores. También aconsejamos que si quieren (por la Municipalidad) pongan baños químicos”, cuenta a <El Ciudadano> el joven. Para Abbet la infraestructura (gacebos y stands) y difusión que puede venir de tal unión no garantiza la asistencia y participación del público. Este “no transar”, como opinan otros organizadores, se traduce también en una falencia estructural: no tienen lugar físico para convocar a los talleres de autopublicación, que se dan tras cada Flia. O por caso, alojar las reuniones preparatorias para la feria que se realizan los sábados a las 16. Sin embargo, los organizadores poseen disponibles manuales a precios módicos que permiten a cualquiera hacer su publicación de fan o fancine, sostienen desde Flia.
La modalidad, que se replica en distintos puntos del país y llegó hasta Chile, Uruguay y Colombia, también propone cortar con la cadena de derecho de autor y copia. “El productor es quien toma las riendas. Adentro de su espacio puede proponer lo que quiera, del modo que quiera”, insiste Abbet.
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